Son pocos los articulistas con los que casi siempre estoy de acuerdo, hablen
de lo que hablen, y uno de ellos es Pilar Rahola. ¡Aquí alguno pondrá el grito en
el cielo ya que Rahola suscita tantos amores como odios! Conste en acta que he
dicho “casi siempre”... Al margen de que simpatizo y mucho con su ideología,
creo que escribe estupendamente, argumenta que da gusto y tiene una visión
global de la realidad de la que otros por desgracia carecen, ya sea por falta de
formación, por falta de inteligencia o simplemente por falta de talento. De ahí
que no resulte extraño que mi opinión sobre el movimiento 15-M se parezca tanto
a la suya y yo también piense que “algunas de sus bondades inapelables se ven
contaminadas por maldades también inapelables”.
En “Cara y cruz del 15-M” (La Vanguardia, 15/05/2012), en la fecha exacta
pues del primer aniversario de dicho movimiento, su postura al respecto queda
bien clara cuando, tras reseñar sus virtudes, afirma: “Pero también hay que
poner en evidencia algunas cruces que el movimiento acarrea. Por ejemplo, su
nula capacidad autocrítica, que los hace incapaces de aceptar que la acampada en
plaza Catalunya degeneró en un auténtico basurero, o las barbaridades que llegan
a escribir en la red, cuando se les critica. También es problemática su
incapacidad de romper completamente con los grupos violentos, y su demonización
de la policía. Y finalmente, es un hecho que algunas de las propuestas que
presentan nos llevarían a una sociedad caótica, más propia del revolucionarismo
fallido de otras épocas que del futuro, y lo hacen desde una cierta tendencia
mesiánica a creerse la voz del pueblo”.
Busco algo con lo que disentir y no
lo encuentro. A mí también me chirría y mucho su tolerancia hacia esos
energúmenos que lanzan globos rellenos de pintura a las fachadas de la Bolsa,
arrasan con lo que se les pone por delante a patada limpia o a bate pelado (con
especial predilección por los cristales de puertas y escaparates) e incendian
una cafetería ¡con la gente dentro! ¿Están en la cárcel quienes hicieron esa
barbaridad? Deberían, y a mí no me consta. Sí, ya lo sé, eso fue el día la
huelga general, pero tanto monta porque eran los mismos.
Igualmente me parece deplorable la porquería que acarrean y siembran, porque
nadie ha dicho que la limpieza y el aseo sean patrimonio exclusivo de la
derecha. Sé de qué hablo, pues en las fechas señaladas del año pasado circulé
tanto por Madrid como por Barcelona y tanto la Plaza del Sol como la citada de
mi ciudad, por cierto a apenas unos pasos de mi domicilio, de modo que la vi de
mañana, tarde y noche, daban asco. De hecho, la cifra en euros contantes y
sonantes que costó devolver la Plaza de Cataluña a su natural estado fue
astronómica ¡y vergonzosa! Que la paguen ellos, me dije, pero la acabamos
pagando nosotros, o sea todos.
También, en dicha plaza, me chirría
enormemente ver somieres en la copa de un árbol haciendo las veces de
improvisada cabaña. Los árboles están vivos, Sres. indignados, y sufren a causa
de las heridas que se les infligen. Como no creo que los indignados que se suben
a los árboles tengan nada en común con Cósimo, el Barón Rampante de Italo
Calvino, quien se negó a comer un plato de caracoles que en su noble casa le
pusieron delante, se subió a un árbol y ya no bajó nunca más (claro está que lo
hizo, mejor dicho Calvino lo imaginó, en tiempos en los que se decía que se
podía cruzar Europa de copa en copa), les conmino a que bajen inmediatamente a
la voz de “ya”. O mejor dicho, conmino a la policía a impedir tal barbaridad,
por exótica que parezca. A mí dichos acampados arbóreos me recuerdan demasiado a
los que cimbrean desde las alturas de las pobres farolas de Canaletas en las
fechas señaladas por San Barça (digo Can Barça) y esa filosofía, se pongan como
se pongan, apesta a gamberrismo e idiocia.
En cuanto a sus propuestas, mesiánicas o no, ingenuas o no, yo diría que no
llegan a la categoría de propuestas al faltarles, no ya sensatez, sino entidad.
Está muy bien proponer lo que sea, pero hay que explicar el cómo. Sin el cómo no
hay qué, no hay nada. Y no le faltaba razón a Salvador Cardús cuando escribía,
hará ahora un año, esto: “Que media docena de profesores universitarios les
proporcionen un poco de discurso articulado, no puede disimular la ausencia
radical de contenido más allá de esta indignación que no es otra cosa que
irritación airada. Tan vacía, por cierto, como vacío de contenido es
¡Indignaos! de Stéphane Hessel”.
Precisamente sobre esa falta de contenido, que no da muchas esperanzas sino
más bien lo contrario, pensaba yo el otro día mientras escuchaba con atención a
unos cuantos expertos internacionales que debatían, y bien, sobre el después de
la democracia en el barcelonés CCCB. Cuando tocó el turno de tratar acerca del
15-M, tuve que contenerme para no espetarles: “¿Pero no saben que en España a
los jóvenes no se les enseña ni quién fue Franco, y ya no les digo Ceucescu?
¿Cómo van a saber entonces articular una alternativa política al capitalismo
salvaje que nos ha hundido por mucha rasta y saco del Decathlon que arrastren?”
Hay excepciones con gran futuro, por supuesto, como Amador Fernández-Savater o
Sandra Ezquerra, pero la mayoría huele demasiado a porro y a chiruca (con todos
los respetos para los porros y las chirucas, juntos o por separado).
Queda dicho que son muchas pues las fallas que le veo a este más que
justificado movimiento de indignación, con el que por suerte a día de hoy
contamos en este país nuestro, abúlico y conformista, donde la gran proeza de
algunos consiste en pasear por los calles comerciales cual manada obediente y
donde la gran transgresión es ir a ver una película donde se avista un pene
generoso (léase Shame y léase el pene de Fassbender) o seguir las
andanzas de Mario Vaquerizo en un reality televisivo; con todos mis
respetos para el citado pene y el citado Vaquerizo, claro está.
“Imaginación al poder”, escribieron en las fachadas de las universidades
francesas los estudiantes del mayo del 68, y acabó convirtiéndose en su grito de
guerra y traspasando fronteras. Aquí lo que falta es eso, imaginación y
organización. Está muy bien que “The Boss”, o sea Springsteen, les dedique a los
indignados una canción en un concierto, está muy bien que se les dé aliento
desde la prensa progresista, pero ha pasado un año y, aunque el 15-M no se ha
quedado en anécdota, como algunos agoreros presagiaban, y sigue su andadura con
el esfuerzo de muchos, hace aguas por muchos lados. Porque un año después hay
que ponerse las pilas, mirar hacia atrás, recorrer esos doce meses de pelea
pacífica y ejercer la autocrítica, que es de lo que según Pilar Rahola más
adolecen los miembros del 15-M y donde acaso resida su mayor debilidad.
Porque es una noticia fantástica que la indignación ciudadana busque su cauce
de expresión aún hoy, tras 365 días en los que progresivamente se ha ido
oscureciendo cada vez más el horizonte… de expectativas; que no se quede
encerrada en las trincheras domésticas del conformismo; que busque nuevas vías
de participación. Hoy, más que nunca, hace mucha falta. “El 15-M tenía motivos
para protestar el año pasado, hoy los tiene mucho más que entonces, dado el
clímax depresivo de súbito desastre y emergencia nacional que se cierne sobre la
actualidad española”, sentencia, y sentencia con gran lucidez, Enrique Gil Calvo
(El País, 13/05/2012).
Yo que nací en el revolucionario 1968, y que por tanto me veo impelida a
sentir como mía esa revolución pacífica que veía la playa bajo los adoquines,
pero que como contrapartida he salido en cambio muy poco gregaria y gusto poco
de sentarme en el duro suelo (y menos si lo adornan las cacas de las palomas…),
sí puedo desde esta modesta tribuna dar algunas pistas (disculpe quien me lea la
osadía: ¡opinar desde fuera del 15-M ya debe de ser un sacrilegio, pero encima
dar consejos…!).
Amigos indignados, empezad por organizaros como un solo cuerpo. Organizarse es poner orden, elegir a los cabecillas, a los representantes, a los portavoces (que algunos ya tenéis). Dividiros en grupos de actuación: contra el sistema financiero, contra los recortes en sanidad, contra el aumento de las tasas en la educación, contra la aniquilación de la cobertura social, contra los desahucios… Poned a los mejores en cada campo y buscad entre vuestras filas a los bien documentados, que los tenéis. Personas como Ada Colau, portavoz de la PAH (Plataforma afectados por la hipoteca), que ha conseguido ponerle cara a un problema concreto y que está logrando avances. Tended puentes hacia la sociedad civil que piensa como vosotros pero no se moviliza. Y salid a la calle, sí, pero con los deberes hechos.
Amigos indignados, empezad por organizaros como un solo cuerpo. Organizarse es poner orden, elegir a los cabecillas, a los representantes, a los portavoces (que algunos ya tenéis). Dividiros en grupos de actuación: contra el sistema financiero, contra los recortes en sanidad, contra el aumento de las tasas en la educación, contra la aniquilación de la cobertura social, contra los desahucios… Poned a los mejores en cada campo y buscad entre vuestras filas a los bien documentados, que los tenéis. Personas como Ada Colau, portavoz de la PAH (Plataforma afectados por la hipoteca), que ha conseguido ponerle cara a un problema concreto y que está logrando avances. Tended puentes hacia la sociedad civil que piensa como vosotros pero no se moviliza. Y salid a la calle, sí, pero con los deberes hechos.
Vestid camisetas de colores vistosos y organizar acciones reivindicativas con
cara y ojos, sincronizadas, impecables, sin rastro de violencia, sin una sola
pintada (¡he dicho que ni una sola!). Haced sentadas frente a las entidades
bancarias con traje y corbata, simulad el entierro de la enseñanza pública como
si fuera el entierro de la sardina, con gracia. Mejorad vuestras puestas en
escena, que algunas rozan el patetismo. ¿No tenéis estudiantes de arte
dramático? Pues que se note. Menos caretas de Anonymous (¡puaj!), menos greñas
de esas que van a donde está el follón vaya de lo que vaya, menos no por el no y
sí por el sí, más reflexión y más neuronas.
Yo de vosotros empezaría por
decidir si a lo que aspiráis es a cambiar el estado del bienestar por otro
ajustado a valores nuevos, o bien ambicionáis conservar el estado del bienestar
para beneficiaros de él como hicieron vuestros padres. Ese es el quid de la
cuestión y sin eso bien clarito no hay ni indignación ni nada de nada. Tener
razón no es sinónimo de hacerlo bien, de ahí que anime a los participantes del
15-M, y sobre todo a quienes mal que bien se han erigido en interlocutores del
mismo, a organizar mejor sus reivindicaciones y a ponerle imaginación al asunto,
que falta le hace.