viernes, 1 de abril de 2011

8. NO PIENSO VER TORRENTE 4

Que en su primer fin de semana de exhibición la película Torrente 4 alcanzara la friolera de un millón de espectadores es una realidad que no podemos soslayar, una realidad triste y lamentable, admitámoslo. De nada sirve hacer ver que no ha sucedido y sería un ejercicio de irresponsabilidad por nuestra parte. Si España está "torrentizada", habrá que empezar a admitirlo o nuestra lentitud de reflejos nos llevará a acabar como nuestra vecina Italia, donde un fantoche mafioso, corrupto y putero gobierna un país de historia larga y fecunda donde habitan ni más ni menos que sesenta millones de personas, algunos de los cuales incluso leen a Dante. A este paso, si la masa insiste en decantarse por la escatología, la vulgaridad y el zorrerío, ¿cuánto tardaremos en tener como presidente a nuestro particular Berlusconi? No olvidemos que algunos políticos ya apuntan maneras, por no hablar de nuestro actual modelo formativo, que obliga a estudiar hasta a los más zopencos, con lo que en beneficio de estos se baja el nivel de todos hasta límites extremos. ¿Se sacó a la gente del analfabetismo instaurando la educación obligatoria para que nos complazcamos ahora en la mediocridad y la ignorancia? Algo está fallando y urge una reforma del modelo educativo o, lo dicho, los berlusconis y los torrentes acabarán ganando la batalla.

Santiago Segura es un tipo que me cae bien, lo admito, y celebro su capacidad para convertir en éxito sin par las aventuras de un marrano seboso rodeado de personajillos a cual más patético, que no dudo concibe con gran ingenio y rueda aún con mayor profesionalidad. Adviértase que no estoy opinando sobre su habilidad cinematográfica, sino sobre la recepción que esta tiene. A lo que añadiré otro dato, es probable que consecuencia de que mi ingenuidad anda últimamente de capa caída: no puedo evitar pensar que él es el primero en chotearse de quienes, entre tan abundante y variada cartelera (Iciar Bollaín, los hermanos Coen, González Iñárritu...), eligen su película un sábado por la noche. Lo imagino partiéndose de risa cuando la distribuidora le pasa las cuentas de la recaudación semanal.

Ya lo he dicho en el título de este artículo, no seré yo quien engrose sus ingresos sumergiéndome en un marasmo de fotogramas obscenos y soeces, risas chabacanas y kilos de palomitas. No seré yo quien destine 90 minutos de mi tiempo a contemplar las andanzas de Paquirrín, Belén Esteban, una actriz porno de expresión beocia, Kiko Matamoros o un tal Cañita Brava que sólo verlo ya invita a la compasión. Yo pago por ir a ver a Maribel Verdú, a Mercedes Sampietro, a Alberto San Juan y a Luis Tosar, y encantada les regalo mi tiempo, que con ellos se enriquece y mucho. Si en su día no me divertían ni las películas de Ozores, ¿cómo me van a divertir los muchos Torrentes del avispado Santiago Segura? Para colmo de los colmos su última entrega puede verse en 3D, lo que no supone un aliciente sino todo lo contrario: si algunas imágenes de su anterior filmografía ya invitaban a la vomitera, ¡qué clase de arcadas provocará tener según qué a un palmo de nuestras narices!
I'm so sorry, a mí la caspa no me va nada aunque arrase en taquilla (¿o sería mejor decir precisamente porque arrasa en taquilla?); yo sigo siendo más de latazo en V.O. (no hace falta que sea el último Godard, que conste, que se me indigestó bastante). Insisto, por mucho que ir de cultureta serio esté pasado de moda y ahora se lleven más las zapatillas deportivas medio rotas que los bien lustrados zapatos de cordones, sigo siendo de las que piensan que una cosa es pasar un buen rato y otra descender a los infiernos del aborregamiento y la deyección. El petardeo y la diversión tontaina son muy saludables, cierto, y sí, lo admito, a mí también me gusta cultivarlos a ratos; pero hacer puntos para convertirse en un descerebrado es otra cosa bien distinta. Porque, ¿saben?, ver telebasura con frecuencia sí te convierte en un imbécil, al igual que el envenenamiento es la consecuencia inevitable a la ingesta de matarratas. Ver Torrente 4, así pues, no tiene mayor trascendencia si no eres un españolito cutre con tendencia a la ordinariez, pero como los seas el resultado puede ser devastador.

Me niego a que la caspa española se vuelva aún más casposa gracias a películas como esta, a que la telebasura irrumpa en nuestras televisiones cada vez con mayor frecuencia y se eternice en nuestras pantallas hasta las tantas de la madrugada, a que los tronos de los reyes mediáticos sea cada vez más tronados... Que el canal de noticias CNN+ haya sido eliminado de la faz de la tierra para dar paso a un canal 24 de Gran Hermano me provoca una rabia inconmensurable y me quita el sueño la propagación masiva del virus de la estupidez, ya sea en forma de monotema futbolístico o de adoración a un Santo Padre misógino, homófobo y muy poco cristiano.

Cuando allá por el año de Naranjito (Mundial de Fútbol de 1982), Camilo José Cela aparecía en televisión confesando ser capaz de absorber un litro y medio de agua por vía anal, su intención no era otra que provocar y ganar lectores. Yo estoy segura de que los perdía, pero en fin, caso de que los tuviera sus asesores está claro que no pensaban como yo. Sus palabras quedan como un ejemplo de mal gusto y poco más. Santiago Segura, con sus Torrentes, hace algo peor: retrata una España que muchos quisiéramos que no existiera, un país donde como ya he comentado al comienzo hace mucho que la educación pasa por ser uno de los últimos objetivos en el ranking de prioridades. Con este panorama más que preocupante, podemos ir de modernos irresponsables y glosar las virtudes de esta serie de películas que rinden culto a la horterada guarra e invitar con lamentables ejemplos como este al retroceso social, o bien podemos ser responsables y advertir de sus peligros. No, no sean tramposos, no estoy diciendo con ello que todas las películas deban propugnar valores incuestionables y altamente formativos, ni que el arte como entretenimiento sea siempre un peligro, pero este baño de roña grasienta sí les aseguro que sienta mal a las masas, masas a pesar de los avances tecnológicos cada vez más desinformadas. Y es que, como dijo Oscar Wilde: "La estética es superior a la ética, pertenece a una esfera más espiritual". Estoy con Wilde.